El pronunció mi nombre antes de que fuera engendrado
y preparó mi existencia porque me amaba.
El Señor me dio una familia, ¡qué regalo!
Repitieron mi nombre con cariño, con paciencia y esperanza,
y me hicieron crecer porque me amaban.
El Señor me dio una fe y comunidad de hermanos. ¡Puro don!
Me pusieron nombre nuevo y escuché palabras nuevas
y ojos nuevos para ver la luz que permanece, que transforma,
porque me amaban, nos amábamos.
El Señor me dio su Espíritu
en el regalo de su Hijo, ¡qué generosidad!
Me llenó de vida nueva,
anuncio de vida eterna por amor.
El Señor hizo milagros en mi favor: el milagro de la vida y de la fe,
el milagro de la gracia y del Espíritu,
el milagro del amor.
Siempre que hay amor es un milagro,
siempre que hay amor, sonríe Dios.
Salir de sí y acercarse al otro, es milagro.
Olvidarse a sí y dedicarse al otro, es milagro.
Perdonar y no vengarse, es milagro.
Morir para que viva el otro, es milagro.
La Vida, la Palabra, el Espíritu, el Amor,
siempre son milagros de Dios.